Los tiempos de la identidad
- Dr. Junípero Méndez

- 28 jul
- 2 Min. de lectura

Estimados lectores: en la columna anterior aludí a las dificultades en la integración de la identidad como una de las causas del sufrimiento contemporáneo.
De modo específico, señalaba la persecución de satisfactores o logros que el grupo social determina y que el individuo busca para no desencajar.
Las funciones psicológicas que se denominan identidad son precisamente aquellas ideas, creencias, gustos y modos de conducta que hacen al individuo igual a sí mismo y diferente a los demás. La identidad es una parte de la personalidad total, que incluye más funciones.
Las nociones antiguas de identidad implicaban que, a partir de la adolescencia-adultez temprana, cada persona ya tenía un conocimiento de sí mismo y un modo de relacionarse con el mundo que implicaba un plan de vida de largo plazo.
Las doctrinas psicológicas contemporáneas, en cambio, nos proponen que la identidad es una función psicológica que se va formando, y consolidando a lo largo de toda la vida, y que al igual que va cambiando el cuerpo, los contenidos de la identidad también van cambiando con la maduración.
No obstante, para cada etapa de la vida, el grado de integración o buen funcionamiento de la identidad se puede evaluar con los mismos parámetros; ¿siente la persona sus pensamientos y acciones como propias?
¿Mantiene sus ideas, valores y metas de modo continuado en cada etapa?, ¿sus pensamientos son congruentes con sus conductas?, ¿obtiene de la vida los resultados que sus pensamientos-conductas pretendían?
Este último componente -la confirmación- es el punto nodular de las dificultades en la integración de la identidad: Cuando la vida le ha enseñado a una persona que sus pensamientos y reacciones ya no le producen los resultados deseados.
Y, sin embargo, la persona no recapacita, y no modula estas conductas extremas, la emoción negativa que cosecha no le sirve para que tenga una mejor adaptación en lo futuro. Entonces, aunque la persona sea la misma a lo largo del tiempo, no está aprendiendo de la experiencia, no está cambiando con ella.
El antiguo refrán: “Genio y figura hasta la sepultura”, traduce la falla en la integración de la identidad de una persona que no obstante grandes fracasos y descalabros, persiste hasta su fin en el mismo tipo de pensamientos, conductas y emociones extremas, sin cambio adaptativo, y culpando al mundo y a los demás de sus desgracias.
Curiosamente, en el mundo de los valores antiguos, la inflexibilidad, el apego férreo a la tradición, y a los sistemas de ideas, promovía que esta falla de la integración de la identidad fuera interpretada como fuerza de carácter, como un valor.
Un estado semejante, pero atenuado, y vivido de modo inconsciente, es el sufrimiento ansioso depresivo, de la columna anterior, que lleva con la búsqueda de satisfactores inmediatos y emociones intensas.




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