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Las redes del odio

  • Foto del escritor: Dr. Junípero Méndez
    Dr. Junípero Méndez
  • 15 sept
  • 2 Min. de lectura
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En el ciberespacio habita un clima psicológico, en que los valores de agresión, dominio, triunfo por medio de aplastar al otro -valores del mundo antiguo- se agitan como los últimos estertores de un organismo agonizante.


Estimados lectores: en mi práctica clínica es cada vez más frecuente que escuche a mis pacientes jóvenes quejarse del odio en las redes sociales.


Este fenómeno contemporáneo consiste en el acto de atacar, con insultos, ironía y mordacidad, las publicaciones u opiniones de otros usuarios. Se convierte en un asunto de víctimas y victimarios.


Se le denomina genéricamente Hate y Haters, a quienes hacen esta actividad tanto en las redes personales como en las plataformas donde es posible opinar, en este caso atacar, el contenido que alguien tiene a bien publicar.


“Jamás pensé que por haber subido esa publicación en donde me estaban dando un reconocimiento académico, iba a recibir tanto ataque de gente que ni conozco”, se queja una persona.


“Todavía sigo recibiendo insultos obscenos, por unas fotos que compartí de una fiesta con amigas”, me comenta entre llanto y temor otra persona.


Hay muchas publicaciones de expertos en media, que sobre el mismo tema recomiendan a las víctimas de críticas crueles, insultos o difamaciones, no contestar al Hater, sino de ser posible reportarlo y bloquearlo.


Una explicación psicológica simplista sería considerar al Hater como un individuo acomplejado, o afectado de resentimiento por su fracaso personal, que alivia transitoriamente su sufrimiento, al tratar de destruir lo que supone como éxito falso, apariencia, pose y arrogancia, en las personas a quienes ataca.


Una mirada que intente ser más comprensiva nos lo muestra como manifestación condensada, de lo que ocurre a gran escala a nivel social: Un clima psicológico en que los valores de agresión, dominio, triunfo por medio de aplastar al otro -valores del mundo antiguo- se agitan como los últimos estertores de un organismo agonizante.


En los motivos personales del Hater, declara que tan solo está haciendo uso de la libertad de expresión contra un mundo hipócrita y timorato. Con ello, deja de darse cuenta que está siendo instrumento de las viejas fuerzas sociales, que se benefician de la destructividad humana, la industria de la agresión.


Y con ello, regresamos al punto del que partí: La atención de las víctimas. Es necesario insistir en que el sentimiento de valor personal, si bien tiene un vínculo estrecho con la aceptación de los demás, para una convivencia vivible, no puede depender del ser admirado por los demás, cosa muy diferente. 


Lo anterior, viene al caso porque las víctimas más vulnerables son aquellas personas que han sido atacadas cuando manifestaban públicamente algo de su vida, o de su pensamiento que consideraban muy valioso. 


Es decir, en el fondo deseaban y necesitaban, y por ello, esperaban una valoración positiva por parte de los demás. Entonces, el ataque del Hater cae sobre la zona psicológica más sensible, por ello es más doloroso, y es inesperado, es decir, no hay protección previa por parte de la víctima.


Hagamos entonces un ejercicio mental precautorio: Cuando alguien toma la decisión de publicar algo de su vida, toma también la decisión de exponer aquello a la potencial crítica destructiva, y al ataque del odio.

 
 
 

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