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La alimentación del alma

  • Foto del escritor: Dr. Junípero Méndez
    Dr. Junípero Méndez
  • 29 sept
  • 2 Min. de lectura
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“Aunque mi familia y todo mundo me dice que estoy demasiado flaca, yo me veo en el espejo y me veo con una cara redonda, con una panza inmensa y unos brazos y piernas como de elefante.


“Solo puedo pensar cómo adelgazar, comer menos o quemar más calorías, hago cientos de abdominales durante la noche cuando todos duermen”, comenta una adolescente con anorexia.


“En las tardes o en las noches, me entra un impulso de comer todo lo que pueda, termino con tanto malestar, tristeza y dolor que tengo que vomitar y purgarme”, comenta una adulta joven con bulimia.


Las dos condiciones antedichas son consideradas enfermedades en todo el sentido de la palabra, y comportan, dentro de sí, daño importante para la salud e incluso riesgo de muerte. Reseñarlas aquí es un ejercicio de justicia para las personas enfermas, y un intento de ayuda para las familias.


Con respecto a las personas enfermas, es necesario decir que tanto la anorexia como la bulimia, no son asuntos de simple vanidad, o de querer verse bien, mucho menos de una “chiflazón” o un modo de llamar la atención.


Debajo de la apariencia voluntaria o consciente de estas conductas, el estudio clínico de los casos nos muestra una vida de sufrimiento emocional intenso, de tipo difuso, o en ocasiones, más notoriamente ansioso o depresivo, que impide a la persona para funcionalidad emocional, no digamos para el estado de satisfacción promedio.


Las conductas de restricción alimentaria o de atracones y vómito son solo las manifestaciones secundarias, la máscara que oculta el esfuerzo fallido por mantener en estado mínimo de tranquilidad interna. 


La alteración de la imagen corporal que ocurre en la anorexia, por ejemplo, puede llegar a tomar proporciones delirantes, es decir, fuera de la realidad en grado absurdo.

No pueden darse cuenta por sí mismas de que han caído en un estado de daño y deterioro.


No obstante, los familiares demoran en proporcionar la ayuda médica y psicológica por varias razones: 


A) La tendencia social contemporánea a equiparar la salud y la belleza con la delgadez, y por lo tanto normalizar, sobre todo en adolescentes, la preocupación por no subir de peso, ideología que en ocasiones la misma familia comparte, hasta que los grados de deterioro físico son visibles para todo mundo y comienzan a ser preocupantes. 


B) Más recientemente, una vertiente radical de los derechos humanos rechaza y combate el que se pueda emitir opinión sobre las características físicas externas de una persona, incluyendo la conformación corporal.


Y aunque la intención de fondo sea protectora de la equidad, en estos casos los adultos medianamente enterados del cambio social en el sistema de valores, se sienten en grave conflicto para señalar la delgadez extrema y progresiva de su familiar con anorexia, o las evidencias externas de mala salud por la diada atracón-vómito de sus familiares con bulimia.


El querer evitar discusiones y conflicto continuo en el seno de la familia abre la posibilidad de la tolerancia negligente de situaciones de riesgo.


Vale la pena recordar que la preocupación por el bienestar del otro, aunque resulte fastidiosa, es también una muestra de respeto por el valor de su vida, es un alimento del alma.

 
 
 

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