Malestares contemporáneos
- Dr. Junípero Méndez

- 21 jul
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 28 jul

Estimados lectores: La semana pasada Maru Lozano amablemente me hizo una entrevista en el noticiero de Info 7 en que me preguntó cuál era el motivo de consulta de mayor frecuencia en mi práctica clínica.
Respondí que, a diferencia de en décadas pasadas, las enfermedades mentales y los trastornos emocionales eran cada vez menos motivo de consulta y que, en cambio, una afectación emocional que provisionalmente denominé Síndrome mixto, ansioso-depresivo, se ha ido convirtiendo en la queja más frecuente.
Este conjunto de alteraciones (síndrome) está constituido por la presencia de síntomas que se parecen a la depresión y a la ansiedad, pero que son de una intensidad leve, pero persistente.
No llegan a impedir el funcionamiento en la interacción personal, ni el desempeño laboral o escolar, pero impiden que la persona se sienta relajada, o satisfecha con sus logros, o con iniciativa e ilusión.
Precisamente, el hecho de que sean malestares leves hace que la persona los considere como sufrimiento normal de la vida.
Sería posible asumirlo así, de no ser porque al mismo tiempo las personas así aquejadas buscan actividades muy intensas y en ocasiones peligrosas para procurarse momentos de sentirse “bien” es decir, de sentirse aliviados de este malestar crónico y en contacto pleno con la vida.
Lo anterior es uno de los motivos por los cuales las actividades ruidosas, con saturación de estímulos visuales o táctiles, o que conlleven cierto peligro, se van haciendo cada vez más populares.
Lo que he planteado podría considerarse totalmente normal y tan solo parte del estrés de la vida contemporánea y de los modos en que la población general se libera transitoriamente de tal estrés. Y que no tendría por qué considerarla un síndrome.
Regreso al tema de inicio de la columna; este es uno de los motivos más frecuentes de consulta, es un sufrimiento que hace buscar ayuda, y al explorar debajo del sufrimiento ansioso, depresivo, surge uno de los motivos psicológicos profundos: La experiencia de vacío.
Diferente de la experiencia de soledad en compañía, este vacío se refiere a la vivencia de una falta de sentido personal de las acciones, de una falta de conexión emocional profunda con lo que se hace o se dice.
Es como si la persona marchara por la vida solamente imitando o dejándose llevar por las directrices que el grupo social le marca como adecuadas.
Técnicamente, se denominaría como un colapso de la subjetividad, es decir, de la interpretación personal de los fenómenos del mundo, de la realidad, de la capacidad para producir y emitir una opinión libre.
Y como consecuencia, una limitación del espacio potencial de la libertad personal, que se refiere a la capacidad de vivir la propia vida, aunque rutinaria, imprimiendo en ella el sello de la subjetividad personal, es decir, vivir con creatividad.
Una de las tareas y logros de las psicoterapias psicoanalíticas y del psicoanálisis es la ampliación del espacio mental, del pensamiento y de la identificación de la emocionalidad compleja, para la habilitación de la subjetividad y el sentido de libertad personal.




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