La promesa de la empatía
- Dr. Junípero Méndez

- 23 jun
- 2 Min. de lectura

La experiencia emocional de sentirse en conexión profunda con los demás, tan preconizada por las filosofías contemporáneas, emerge de la aceptación de la vulnerabilidad y falibilidad.
Percibir, escuchar y comprender el sufrimiento de las personas con que compartimos nuestra vida, es más fácil si tales sufrimientos los hemos experimentado en carne propia.
Por el desarrollo de la empatía, hay personas que parecen naturalmente dotadas para ejercer una firmeza, dominio y control de un modo que no lastima. Es decir, que ejercen sus efectos invisiblemente bajo una capa de suave y cálida interacción; es como si su propia vulnerabilidad, modulara su conducta tomando en cuenta la vulnerabilidad de los demás.
El reconocimiento de la vulnerabilidad como cualidad psicológica, es la cuna donde nace la empatía, la empatía nos ubica en un mundo en que los seres somos inevitablemente interdependientes.
Esta importante adquisición del desarrollo facultaría al individuo común afectado para valiosas tareas como las siguientes:
*Sensibilidad a las experiencias emocionales y capacidad verbal para expresarlas, antes que caer en la acción impulsiva.
*Adjudicación de importancia al mundo de lo psicológico.
*Entendimiento de la agresividad (propia y ajena), como la respuesta defensiva ante la vulnerabilidad herida (y no aceptada), y no como una absurda y malvada expresión destructiva.
*Reconocimiento sin pena de la vulnerabilidad en sí mismo y en los demás.
*Conducta cálida y cuidadosa hacia los demás (en lugar de agresiva/defensiva).
*O bien, en contextos altamente competitivos, una conducta de tal modo neutra que despierte, como reacción del otro, una atenuación de su sentimiento de amenaza/fragilidad.
Con lo anteriormente glosado, y con su lenta generalización en la cultura, podría producirse una tendencia social a la empatía como valor contemporáneo, en sustitución de las antiguas directrices de fuerza, dominio y control.
Empatía y vulnerabilidad tienen una relación orgánica en la vivencia de sí mismo y de los demás, es decir, el reconocimiento de la vulnerabilidad modula las expresiones de la empatía.
Mientras más vulnerable se reconozca y muestre una persona, podría ser fortalecida por la empatía de las personas que le rodean, y entonces el individuo previamente vulnerable, se torna empático y fortalecedor de otros vulnerables.
Contribuciones con este espíritu de ninguna manera riñen con la natural tendencia del género humano de defenderse, autopreservarse y crecer, y que son impulsadas por la agresividad saludable.
Sino solamente intentan explicitar la diversidad de herramientas que pueden desarrollarse con un esfuerzo de conciencia, no sólo por una buena intención, sino porque resultan imperativas, adecuadas y necesarias, para el propósito de superar la crisis de nuestra violenta civilización.




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