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La engañosa sabiduría popular

  • Foto del escritor: Dr. Junípero Méndez
    Dr. Junípero Méndez
  • 4 ago
  • 2 Min. de lectura
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Estimados lectores: he recibido a través de mis sitios de redes sociales comentarios que me estimulan y van orientando el modo de exposición y el tipo de temas que debería tratar tanto en esta columna, como en la entrevista semanal de INFO 7.


Este estímulo no proviene siempre de felicitaciones o agradecimientos por la información que transmito, sino también de los comentarios de personas que expresan no entender el contenido del escrito.


Esto último me estimula hacia un propósito, que puede resultar imposible, contradictorio, o simplemente inalcanzable:


*Si trato de ser lo más explícito posible, ocuparía una cantidad de palabras que el espacio de la columna no lo permitiría. Y muy posiblemente sería aburrido por su extensión y reiteración de explicaciones.


*Si, por otro camino, simplifico el concepto psicológico o fenómeno social que estoy analizando, corro el riesgo de quitarle su esencia y trivializarlo, es decir, convertirlo en una noción de sentido común.


Que por eso mismo ya no tiene la pretensión de contribuir a ideas nuevas en los lectores, o carece de la novedad que haga que se cuestionen el sistema de pensamientos, que hasta ahora rigen su conducta.


La entrevista pasada, por ejemplo, que se trató de La engañosa sabiduría de las frases populares, tuvo que basarse en una sola de miles de frases posibles: “El pasado ya pasó, el futuro aún no llega, solo tienes el presente”.

Intenté mostrar que, aunque muchas personas esgriman esa frase como una herramienta para valorar el presente, realmente nadie se conduce ignorando el pasado o el futuro. 


Y el exigirle de buena voluntad a una persona que haga ese ejercicio, lejos de ser un acto empático, pone al individuo preocupado en un callejón sin salida: Simplemente, no puede hacer eso que le aconsejan que haga, que deje de pensar en el pasado, o en el futuro… porque nadie, ni esos consejeros voluntarios, pueden hacerlo. 


No podrían recomendar algo si no tuvieran en mente su experiencia del pasado, ni estarían deseando para el sufriente, un futuro inmediato mejor.


Entonces, ¿por qué lo repiten con tanta vehemencia? Porque es la manifestación de un deseo inconsciente, vivir en un estado permanente de despreocupación. 


En lo que aconsejan se expresa lo que ellos mismos quisieran para sí. Aquí es pertinente la frase: “El que da el consejo, se queda sin él”. Esa sabiduría popular expresa los deseos y fantasías de cómo deberían ser las cosas en el mundo, y con ella se niega la dolorosa consciencia de que simplemente no son así. 


Por esa negación se siguen repitiendo ideas que no ocurren en la realidad. Precisamente por esa razón, puede ser incomprensible el contenido de la columna, porque pretende desenmascarar una serie de ideas falsas sobre la realidad.


Que han pasado por verdades, porque todo mundo las repite, y todo mundo las repite, por comodidad, o por falta de análisis, o por temor de disentir y no encajar con las creencias que, aunque falsas, son compartidas por la mayoría de la sociedad.

 
 
 

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